La normativa legal es clara (*): el fabricante está obligado a proporcionar información sobre las condiciones de limpieza y mantenimiento de los equipos de protección individual (EPI), y la empresa que los adquiere tiene la responsabilidad de aplicar estas indicaciones para garantizar la seguridad del usuario. Aunque este es un tema conocido tanto por fabricantes como por empresarios, a menudo queda relegado a un segundo plano, generando una brecha entre la información que proporciona el fabricante y el conocimiento práctico del usuario final.

Si nos centramos en los EPI de vestimenta, establecer pautas claras resulta especialmente complejo, y más aún en los EPI de Categoría III, diseñados para riesgos graves, donde los equipos son técnicamente más sofisticados.

El fabricante debe incluir en el folleto informativo toda la información relevante de forma clara. Sin embargo, en la práctica, surgen dificultades como:

• La información no solo se refiere a limpieza y mantenimiento, sino también a otros aspectos, lo que puede dar lugar a instrucciones extensas.

• El folleto en formato papel que acompaña al EPI no siempre se conserva.

• El usuario puede no comprender correctamente las instrucciones.

• La situación varía si el EPI es adquirido directamente por el usuario o a través de un distribuidor que gestiona su mantenimiento.

• El fabricante no puede prever ni describir todos los posibles escenarios de uso, ya que estos dependen de las condiciones particulares de cada empresa y usuario.

Por todo ello, es fundamental establecer una colaboración entre el fabricante —que conoce en profundidad los materiales y diseño del EPI, y puede ofrecer fichas técnicas, asesoramiento y procedimientos de revisión— y la empresa usuaria, que debe implementar un programa de limpieza y mantenimiento adecuado. Este programa debe contar con personas o empresas técnicamente capacitadas, lo cual supone, en mayor o menor medida, una inversión necesaria para garantizar la protección de los trabajadores.

En muchas ocasiones, una simple falta de asesoramiento puede provocar que no se realicen adecuadamente las tareas de limpieza y mantenimiento. Por eso es imprescindible disponer de formación y personal cualificado.

Antes de profundizar, conviene diferenciar los términos ‘limpieza’ y ‘mantenimiento’. Aunque están relacionados, no son equivalentes, y confundirlos puede ser uno de los principales errores que cometen las empresas usuarias.

Limpieza se refiere al lavado del EPI, mientras que mantenimiento incluye además aspectos como el uso correcto, almacenamiento, fecha de caducidad y la evaluación del estado del equipo en caso de daño. Todo esto repercute directamente en la vida útil del EPI y en su capacidad de protección.

La empresa puede establecer responsables por área y definir protocolos claros sobre quién, cuándo y cómo se deben aplicar estas acciones.

condiciones de limpieza

El fabricante especifica los métodos de lavado y secado, las temperaturas adecuadas, productos químicos permitidos o prohibidos, planchado y número de ciclos de lavado recomendados. Esta información se basa en todos los componentes del EPI, tanto visibles como internos (membranas, forros, acabados, etc.).

No seguir estas indicaciones puede provocar una pérdida de prestaciones y, por tanto, de protección.

El objetivo del lavado es eliminar la suciedad o residuos tras su uso sin dañar el EPI ni alterar sus propiedades. Es importante tener en cuenta que los ciclos de lavado indicados por el fabricante no definen la vida útil de la prenda, sino que garantizan que, tras ese número de lavados y siguiendo las instrucciones, el equipo mantiene sus prestaciones.

Aunque la prioridad sigue siendo la protección frente al riesgo, los materiales actuales ofrecen mayor durabilidad y prestaciones, lo cual facilita conservar la prenda en buen estado por más tiempo. Esto adquiere aún más relevancia con las normativas que promueven reducir, reutilizar y reciclar.

La meta es, junto con la calidad, el buen uso y el mantenimiento adecuado, reducir los lavados innecesarios o agresivos.

uso y revisiones

El correcto empleo y la revisión periódica son pilares fundamentales en el mantenimiento de los EPI. Para ello, debe implantarse un programa de mantenimiento específico para cada modelo, que contemple:

  1. Identificación del EPI.
  2. Categoría.
  3. Uso previsto.
  4. Frecuencia de las revisiones, en función del nivel de la utilización y siempre después de cada utilización.
  5. Número de ciclos de lavado realizados.
  6. Fecha de caducidad.
  7. Puntos a revisar: disponer de un EPI de referencia (sin usar y bien conservado) puede facilitar la detección de daños o deterioros.
  8. Responsable de la revisión: el usuario puede realizar revisiones básicas, pero al menos una vez al año debe hacerlo personal cualificado. En equipos complejos o de Categoría III, es recomendable contar con el fabricante o empresas especializadas.
  9. Resultado: evaluación final (apto o no).

evaluación

El fabricante debe indicar las condiciones adecuadas de almacenamiento. En general, es imprescindible evitar temperaturas extremas, humedad, polvo, vapores o suciedad, y disponer de un espacio acondicionado específicamente para guardar los equipos.

No se deben almacenar EPI usados o contaminados junto a los nuevos o limpios, para evitar transferencias de contaminantes. Además, hay que tener en cuenta las particularidades de cada equipo. Por ejemplo, los EPI de alta visibilidad pueden dañarse si se almacenan en zonas con exposición continua a la luz.

almacenamiento

Cuando un EPI ha sufrido un daño, es necesario seguir un protocolo que tenga en cuenta:

  • La categoría del EPI
  • Daños visibles
  • Posibles daños no visibles
  • Posibilidad o no de reparación

Este protocolo ayuda a decidir si el EPI debe retirarse o puede seguir utilizándose tras verificar que aún cumple con su función protectora. Una vez más, la información del fabricante y la participación de técnicos cualificados son clave.

caducidad

El fabricante debe especificar claramente la fecha de caducidad del EPI. Esta información debe figurar en la prenda para que el usuario pueda identificar si ha superado su vida útil, independientemente de su estado aparente o del número de lavados realizados.

Al llegar a la fecha de caducidad, el EPI debe ser retirado del uso y eliminado conforme a la normativa vigente.

En conclusión, aunque la limpieza y el mantenimiento de los EPI es un tema complejo, su correcta gestión es clave para garantizar su eficacia. Aunque la empresa usuaria asume gran parte de la responsabilidad, no debe afrontar esta tarea en solitario. Los fabricantes también debemos contribuir facilitando información, asesoramiento y herramientas para una mejor gestión: digitalización, chips, códigos QR, enlaces a contenidos web, tutoriales o soporte técnico, entre otros recursos.